La larga marcha (2025, EE.UU., 108 min.) – Elenco: Cooper Hoffman, David Jonsson, Garrett Wareing, Tut Nyuot, Charlie Plummer, Ben Wang, Roman Griffin Davis, Josh Hamilton, Judy Greer, Mark Hamill – Música: Jeremiah Fraites – Fotografía: Pablo Valdés – Guion: JT Mollner – Dirección: Francis Lawrence
La larga marcha (The Long Walk; Camina o muere en su título alternativo en español), es una película dirigida por Francis Lawrence, basada en la novela homónima que Stephen King publicó en 1979 bajo el seudónimo de Richard Bachman. Estrenada en los Estados Unidos en septiembre de 2025, el filme cuenta la historia de un grupo de adolescentes que participan de una distópica competencia en la cual deben caminar constantemente y sin descanso hasta que solamente uno de ellos quede en pie.
Para que se comprenda mejor la naturaleza de esta ficción, el objetivo de la marcha es generar una acción que de alguna manera inspire algo así como un influjo de patriotismo en el ciudadano norteamericano promedio. Esto lo señala el guion de la película, a través del discurso inicial del Mayor encarnado por Mark Hamill. En la novela de King esta superficial justificación ni siquiera aparece, haciendo que la situación sea aun más absurdamente kafkiana. Las reglas indican que los competidores deben caminar sin detenerse ni bajar el ritmo de marcha por debajo de las tres millas por hora (unos 4.8 km/h), ni siquiera para dormir o hacer sus necesidades. Cada competidor recibirá una advertencia si rompe alguna de estas dos condiciones, y después del tercer aviso será eliminado. La marcha continuará hasta que quede un solo competidor.
Lo absurdo del caso es que la marcha es en teoría voluntaria, y que las referidas eliminaciones no se limitan a una mera descalificación: los competidores van a ser lisa y llanamente asesinados por los militares encargados de hacer observar las referidas reglas. Quien logre sobvevivir recibirá —trato decididamente meritocrático— un cuantioso premio en efectivo, además de poder pedir que se le cumpla un deseo. De más está decir que, una vez comenzada la marcha, tampoco es válido renunciar a formar parte de este desquicio.
Más allá de los cambios producidos para la película, el guion respeta la esencia de la historia original escrita por King cuando tenía 19 años, en plena Guerra de Vietnam. Se trata de una historia mínima, que deriva en una situación ingenua pero pretendidamente esperanzadora: la amistad que surge entre los compañeros de marcha que saben que inevitablemente todos ellos menos uno van a morir.
Desde el punto de vista técnico, la película es todo lo que se puede esperar de una producción hecha por Hollywood. Pero hay aspectos absurdos que vale la pena destacar. Así, por ejemplo, el clima inicial de algarabía de quienes saben que están ahí para ser asesinados, sostenida por la estúpida esperanza de poder llegar a ser la excepción, justo ese que va a lograr salvarse para convertirse en millonario.
Es absurdo que esos chicos estén ahí por propia decisión, cuando podrían estar en otro lado. Esto lo marca el diálogo de uno de los propios marchadores, como una cuestión ilógica a la cual no se le dará una respuesta explícita. También es absurdo que no haya una reacción colectiva contra el abuso del poder: todos los gestos de auténtica rebeldía son individuales y la única reacción grupal es la que impulsa a los personajes a seguir adelante hacia un inevitable y trágico final anunciado.
Podría decirse que también resulta, si no absurdo, al menos paradójico, que sea precisamente el pretendido país de las libertades el que resulte elegido como contexto para el desarrollo de esta brutal narración, sin que se expliquen los caminos que llevaron a semejante derrumbe de los valores democráticos y el respeto a la vida. No obstante, la película se encargará de que todo el tiempo escuchemos parloteos que insistan en aludir al goce de la libertad y la igualdad de posibilidades. Ah, make America great again…
Que se entienda: no estamos haciendo una crítica al guión, que no hace más que proponer una metáfora, curiosamente reiterada. Hay algo bastante parecido a un indicio o evidencia que se desprende del hecho de que cada vez sean más frecuentes las ficciones distópicas que plantean escenarios similares: un grupo de personas comunes y corrientes se enfrentan entre sí por la supervivencia del más apto como resultado del simple capricho de un poder despótico.
¿Qué es lo que motiva esta tendencia? En la respuesta a esta pregunta, que se encuentra ya más allá del terreno de la ficción para adentrarse quizás en el de la sociología o las ciencias políticas, adonde reside el verdadero absurdo, que es el absurdo de que todos los demás absurdos que han sido enumerados hasta aquí tengan cierto grado de verosimilitud, cierta validez metafórica. La larga marcha nos conecta directamente con otras películas distópicas como las sagas de Los juegos del hambre o La purga, exitosamente emuladas por otras producciones como la española El hoyo o la surcoreana El juego del calamar. Pero también nos conecta con comedias como Idiocracia o la genial No miren arriba, que también son una clara crítica a los resultados culturales y sociales en los que estamos desembocando como consecuencia de ciertas ideologías, estéticas y discursos imperantes, propiciados por los nuevos fascismos de derecha.
Desde este punto de vista, cualquiera de las películas mencionadas podría ser considerada menos una ficción que una advertencia. Toda ficción surge, finalmente, de un sustrato cultural que le da sustento y cierto grado de verosimilitud que siempre se termina confundiendo con la realidad. Germán A. Serain






Comentarios